A principios de mayo, Fabián Casas estuvo en Rosario leyendo sus poemas en el Centro Cultural Parque de España, en un anticipo del XVII Festival Internacional de Poesía de Rosario que se llevará a cabo en septiembre. Apenas me enteré fui literalmente corriendo hasta allá, para conocerlo y escucharlo. Con un poco de suerte, también pude charlar con él.
Cuando estuve sentada frente a él no me animé a pedirle que me firmara Ensayos Bonsai que tenía en el fondo de la mochila. Pero mientras ponía mi grabador analógico sobre la mesa le confesé que estaba en pelotas, nerviosísima, que no había tenido tiempo de esbozar ni una sola pregunta, pero que ante todo soy su fan. Así fue como el reportaje devino en charla dónde fue él quien empezó a despuntar solo.
Me contó que estudió filosofía y que siempre leyó poesía. Que recorrió en moto América y que vivió “como medio año en el Amazonas”. Que hace poco, mientras su mujer estuvo de viaje, se quedó solo en su casa durante tres semanas con su perra a la que le fue contando cosas, y que “de eso salió un cuento infantil medio retro”. Cuento que va a ilustrar su amigo “el chango” (Santiago Barrionuevo), el cantante de “El mató a un policía motorizado”.
Con respecto a su trabajo: “Yo soy lo que hay, trato de no mear más de lo que puedo, es muy raro que intente trabajar sobre algo que yo no conozco o no sienta autentico, prefiero hacer otra cosa, hago karate o trabajo como periodista”.
Cuando le pregunté si se creía el Rocker de la literatura argentina, me dijo que no, pero se rió. “A mi me gusta el rock porque forma parte de mi educación. Para mi toda la resistencia de la dictadura militar fue el rock, una resistencia entre comillas, la verdadera resistencia la tuvo la militancia. Pero desde ese lugar nosotros resistíamos escuchando Artaud de Spinetta. O con los discos que traía mi hermano, o mi primo que era de la JP. Toda esa influencia fue para mi muy enriquecedora.”
Este poeta, narrador, ensayista y periodista oriundo del barrio porteño de Boedo, se asomó a la literatura argentina dentro de lo que fue la generación de poetas de los 90´, a la que él mismo definió en el prólogo de su “librito” de poesía Oda, como la “camada de poetas poderosos que hicieron que la poesía cambie de piel, para mantenerse viva”. Sigue Casas: “Yo me considero parte de todo el cuerpo de la literatura, junto con mis contemporáneos. Porque la literatura es algo colectivo, no es individual para mí. Yo lo entiendo así, no existe una sola forma de ver la literatura porque eso habla de la precariedad de una cultura”.
Como regla por antonomasia de todo escritor, FC siempre está leyendo: “Soy más un lector que un escritor, leo todo el tiempo. Ahora estoy releyendo a Faulkner y a Onetti, porque estoy haciendo un curso sobre él. Lo leí todo cuando era muy chico, y está bueno redescubrirlo ahora.”
Dicen por ahí que está casi consagrado como un escritor de culto, o sin exagerar como uno de los mejores de las últimas generaciones. Y ojo con esto, Casas viene conquistando una legión de fans: “Cuando escribo no pienso en los lectores, yo ya había publicado mis libros de poesía en los 90 y Ocio en el 2000, pero era conocido solo dentro de un segmento muy chico de gente que escribía poesía, pero desde que salió Los Lemmings me para la gente por la calle, siento una recepción más popular, más intensa. Gente que es como fanática, me preguntan, me escriben… es raro para mi.” En Rosario al menos, pasa inadvertido y conseguir libros suyos no es tarea fácil. Pero aquí o allá, lo mismo da: sigue siendo under y sobre todo muy punk. Porque no se toma tan enserio eso de ser escritor y porque no tiene urgencia. Pero él está ahí, al acecho, con un ojo en la civilización y otro en su ombligo, porque Casas es nuestro Cazador Oculto (adulto), y mientras juega a las escondidas con el establishment literario se erige en nuestro guardián de la contracultura. “La verdadera contracultura (o cómo se llame) que está sucediendo ahora mismo es invisible. Cuando se hace visible deja de existir”, escribió en La Reacción, texto último y polémico (en el mejor de los sentidos) de sus ensayos Bonsai, donde se declara como un tipo de izquierda y dice que “La mayoría de los grandes artistas son de derecha”. Allí habla de su paso por el PC, de su poster de Invisible y de un Spinetta glamoroso que va de la Casa Rosada al Faena. Del Che y Kerouac. De Rimbaud y el desorden de los sentidos. Todo eso vale la pena ser leído. Eso y casi todo lo demás.
Ensayos Bonsai reúne textos diseminados en blogs, revistas y diarios, donde Casas reconstruye o destruye, en clave barthesiana “mitos” que emanan de la cultura, siempre tratando de “trabajar contra un orden simbólico” pero claro, desde una perspectiva propia, sesgada, suburbana y visceral, y en una prosa al “tun tun” como a él le gusta definirla. Prosa en la que funde y confunde géneros de los que el mismo escritor reniega: “Lo que escribo son una especie de ensayos, pero yo no me preocupo en qué es, no me pienso en género, me gustaría escribir siempre poesía. La poesía es la columna vertebral del arte, no la idea de escribir en verso sino en lo que sea. Básicamente esa es mi formación, vos pensá que en un momento la poesía, la filosofía y la literatura no estuvieron separadas en géneros, eran un mismo libro. Era más interesante, mucho más oscuro en el mejor sentido y más poderoso porque no estaba tan delimitado. Esas delimitaciones están bien para ordenar una carrera, pero cuando uno trabaja tiene que salirse de eso para poder escribir. Si vos te pensás dentro de la literatura no podés escribir, si te pensás dentro de la filosofía no podés pensar.”
A Fabián no le interesa ser cool ni escupir cinismo. No es cínico, es terriblemente honesto. No necesita apelar a la ironía. En una sola dimensión Casas te corta el aliento o hace que de pronto te estés riendo de algo que es atroz. Porque lo que dice, lo dice enserio y siempre cargado de esa melancolía atávica y endógena con que hace (su) poesía o lo que sea que escriba.
Es un ser infinitamente sensible, se nota apenas uno lo ve, ni bien uno lo escucha hablar. Es un tipo que en un poema dice que no está dotado para ser feliz y sin embargo escribe, sin quererlo, eso que uno a veces quisiera decir y necesita leer.
Buen blog che, voy a ver si lo leo con más tiempo.
ResponderEliminarTe agregué al Facebook, parecés piola.
Saludos,
Rodrigo